Por Roberto Díaz
“El periodismo no es el cuarto poder; es el poder”.
Eduardo Aliverti
Qué duda cabe: en este contexto de ánimos álgidos, el rol del periodismo está –o al menos debería estar –bajo serios cuestionamientos. Lamentablemente, los cuestionamientos no vienen por parte de quienes consumen los medios –que sería lo ideal –sino de quienes conocen cómo se ejerce la profesión, cuales son sus artimañas, y qué intereses se esconden detrás del tratamiento de cada noticia.
Quizás para un periodista sea obvio el rol que cumple el Grupo Clarín (o, como le dicen, “el Sol” dentro del sistema solar de medios), y toda su trouppe de comunicadores. Pero para las personas que nada tienen que ver con el ejercicio de esta profesión, es bien complicado poder “desnaturalizar” aquel mito al que se las acostumbró: el periodismo informa (y, por supuesto, nada tiene que ver con ser un operador político de los dueños del poder económico y simbólico).
Ningún lector, radioescucha, televidente, o internauta recibe información acerca de quién es el dueño del medio a través del cual se informa, y mucho menos está atento a descifrar el mecanismo de universidades, fundaciones, y medios que se ha erigido desde los monopolios mediáticos para producir información con profesionales “formados” a su propio gusto, y a la medida de su pensamiento neoliberal.
El caso del Grupo Clarín es paradigmático, y no sólo porque es el dueño de casi todos los medios de comunicación que existen en el país, sino porque es el que mejor ha tejido este entramado de instituciones afines desde donde cultiva su propia mano de obra.
Es interesante observar los intereses que allí se encuentran: el grupo tiene acuerdos con la privadísima Universidad de San Andrés, en donde cobra 21 mil pesos por una Maestría en Periodismo. Los profesores -muchos –son periodistas que trabajan en Clarín, y se ve que muchas empresas están interesadas en “auspiciar” a los futuros periodistas que ingresan a estudiar allí y ponen dinero para financiar becas.
Algunas de ellas son: Cargill, Arcor, la Cámara Argentina de Especialidades Médicas (CAEMe), Quilmes, Techint, Roggio, ALUAR, la azucarera Ledesma, la tabacalera Nobleza Piccardo, la procesadora de cueros SADESA, Grupo EMEPA (conglomerado accionario que opera en Ferrovías; Hidrovías; en operaciones inmobiliarias (Torres del Yacht); en negocios de ganadería vinculados a Roque Fernández y al ex presidente del SENASA, Luis Barcos; y en la recolectora de basura porteña, Níttida; entre otras firmas).
Como parte de la maestría, todos los egresados tienen la posibilidad de trabajar –a precio de pasante –en distintas secciones de los medios de comunicación que son parte del grupo. Algunos –los “mejores” –continúan trabajando; otros, persisten en su larga peregrinación para encontrar un trabajo en algunos de los medios “satélites” de Clarín. Lo cierto es que es un negocio redondo: no sólo cobran para enseñarle periodismo a aquellos que luego serán sus empleados, sino que los forman en lo que se considera “técnica” periodística, que no es otra cosa que la aplicación concreta de la ideología del Grupo.
La misma lógica aplican con la Universidad Pompeu Fabra (Máster en Periodismo Científico), y la Universidad Católica Argentina (desde donde salió, por citar un ejemplo, el periodista estrella de Telenoche, Daniel Malnatti).
Por si eso fuera poco, y como denunció Claudio Díaz en su libro sobre el CEO del Grupo Clarín, Hector Magnetto, el multimedios tiene acuerdos con el Massachusetts Institute of Technology (MIT) y con la Universidad de Columbia, ambos ligados al Departamento de Estado norteamericano. Este lugar es como la meca para Clarín: en algún momento de sus vidas, todos los periodistas deben pasar por esta “escuelita”.
LEY DE MEDIOS AUDIOVISUALES
Y en medio de la “fiesta” que hasta hoy tenían los monopolios de la información, aparece la Ley de Medios Audiovisuales. Por supuesto, el Grupo Clarín ha intentado de mil formas hacerle creer a sus lectores que es una maniobra impulsada por el Gobierno (por lo tanto ilegítima), olvidando que fue un extenso proceso de discusión colectiva que abarcó todo el país, y que surgió a partir de una ONG llamada Coalición por una Radiodifusión Democrática. Ese es el principal fuerte de esta ley.
Lo que efectivamente llama la atención, es la innumerable cantidad de notas que salen en todos los medios de Clarín que no están firmadas (es decir, de las que nadie quiere hacerse cargo). Y de la –realmente –incalculable cantidad de adjetivaciones que tienen todos los titulares, (y no en notas de opinión, que es el lugar en donde valen los juicios de valor en la práctica periodística) en textos que se presentan como “informativos”.
Allí, surge una frase muy repetida y llamativa: la Ley de Medios Audiovisuales es “controvertida”, “polémica”, y “atenta contra la libertad de prensa”. La pregunta es: ¿Para quién es “polémica”? ¿Quién dice qué es “polémica”? ¿Clarín? ¿La Nación? ¿El Grupo Goldman Sachs? ¿Los mismos que eran dueños del “negocio” del fútbol dicen que la ley es “polémica”? Lo cierto es que nadie dice por qué es polémica, ni siquiera hay una mínima crítica técnica al respecto.
Lo único que se plantea, es que la discusión debe ser luego del 10 de diciembre. Por lo demás, el silencio de periodistas, y la desinformación de la sociedad en general, hacen que el panorama se presente cuando menos difícil, pero no imposible.
Pero lo lamentable es el desconocimiento de la población en relación a lo que está “jugando”. Ojalá fuera más fácil dar a conocer todos los intereses que confluyen en el Grupo Clarín, y cómo el propio periodismo “opera” y es cómplice de quienes han construido en la Argentina el mayor y más grande imperio de negocios, todos estructurados a partir de la comercialización de la información.
MANUAL DE INTERESES (PARA TENER EN CUENTA AL LEER EL DIARIO)
Pero esto sólo no es lo que confirma la estrecha relación del multimedios con los Estados Unidos: cuando Torneos y Competencias perdió su contrato con la AFA, el mismo presidente de TyC, Marcelo Bombau, muy suelto de cuerpo reconoció que había ido a la Embajada de Estados Unidos a “informar” lo que todos los medios decían al unísono. ¿A qué fue, realmente?
Y los intereses siguen apareciendo, muy ligados a los “agronegocios” como le gusta llamar el neoliberalismo: José Antonio Aranda, es el número dos de Clarín y secretario de la Fundación Noble, pero además posee el principal arrozal de la Argentina, y es el presidente de la Asociación Bradford Argentina (cabaña de producción de ganado bovino).
Héctor Huergo, además de ser el Director del suplemento Clarín Rural es el Presidente de la Asociación Argentina de Biocombustibles e Hidrógeno (que, como se sabe, produce combustibles con granos y se sabe que es el futuro gran negocio).
Entonces, ¿dónde está el periodismo independiente de Clarín? ¿De qué o de quién es independiente?